El otro día vi un capítulo en el que trataban lo que
querrían que fueran sus últimas palabras debido a la muerte de un personaje.
Todos tenían un trauma con este tema porque querían que sus últimas palabras
fueran algo épico y grande.
Pocas veces he disentido en opinión con respecto a HIMYM.
Normalmente creo que detrás de la sit com con toques de absurdo se esconden
grandes verdades, como cuando Ted insinúa que una persona es la adecuada cuando
podemos y queremos no solo sus virtudes, sino también sus defectos.
Pero en este caso no estoy de acuerdo con la serie, como
digo. Lo bonito de una relación entre dos personas, ya sea sentimental,
familiar o la que sea, es hacer extraordinario lo ordinario. Las situaciones
épicas se recuerdan por sí solas, no hace falta gente que las engrandezca a su
alrededor. Que si las hay mejor, pero hacer no hacen falta.
Pero si tomas algo que es vulgar para todo el mundo y consigues
que para ti y la otra persona tenga un significado especial… amigo, eso no sale
solo. Ese gesto, palabra o situación que has convertido en algo extraordinario
lleva imbuido un poco de ti y de la otra persona. Por eso es especial solo para
vosotros. Pero también es por eso que tiene más valor de lo normal.
Digamos que es como llenar un vaso de agua grande es más difícil
que un vaso de agua pequeño, pero luego vas a tener más agua cuando quieras
beber.
Concuerdo con muchos de vosotros, queridos lectores, en
que los oscuros rincones de mi mente que llenan este lugar con nombre lúdico a
veces son tediosos. Dicho en román paladino, que soy un “hartible” a veces (y
no tan a veces, lo sé). Pero hoy tengo un pensamiento positivo: no penséis que
lo que os rodea no es tan grande como las situaciones que vemos en las pelis o
series.
Lo cierto es que no es igual. Probablemente sea mejor.
Porque es personal. Una serie o película tiene que tomar situaciones genéricas
y hacerlo lo mejor posible. En HIMYM lo hacen bien. Pero nada de lo que sale en
esa serie ni en ninguna otra puede hacerme sentir nada parecido a las cosas que
yo he sentido. Y si lo hace, lo hace evocándome un recuerdo mío.
En definitiva, ser nosotros ya es extraordinario. Solo
tenemos que saber verlo.
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